El explorador tuvo una vida llena de aventura y dejó un legado de grandes conocimientos a guatemaltecos en diversas áreas del saber científico.

Médico cirujano de profesión, científico, fotógrafo, documentalista, arqueólogo por vocación, montañista, pero, sobre todo, un explorador curioso, un ser humano apasionado, cálido, amistoso, accesible, cuyo entusiasmo y conocimiento impactaron a miles de guatemaltecos.
Así era el doctor Alfredo Hugo MacKenney Fleischmann, nuevo acreedor del grado de Comendador de la Orden del Quetzal póstuma, máxima distinción honorífica entregada por el Gobierno de Guatemala, esta vez dirigido por el presidente de la República Bernardo Arévalo. La entrega fue posible por medio de la emisión del acuerdo gubernativo 128-2024.
La entrega de la Orden del Quetzal se realizó a su familia, durante un evento en el Salón Banderas del Palacio Nacional de la Cultura. Al evento asistieron el ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Ramiro Martínez; la ministra de Cultura y Deportes, Liwy Grazioso; el viceministro de Cultura, Rodrigo Carrillo; miembros del cuerpo diplomático; la esposa del doctor, Luz MacKenney, y sus hijos Antonio, María Isabel, Carlos y Ana Lucía MacKenney; entre otros invitados especiales.
Honor a quien honor merece
Con evidente emoción y admiración, la ministra de Cultura y Deportes, Liwy Grazioso, ofreció unas palabras previo a la entrega de la Orden del Quetzal:
«Dicen que la verdadera grandeza de una persona no se mide por el tiempo que camina entre nosotros, sino por las huellas que deja grabadas en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de conocerle. Hoy que nos reunimos para honrar la memoria de un hombre excepcional, no puedo evitar sentir la ausencia de quien merece este reconocimiento. Muchos de los que estamos aquí nos consideramos sus discípulos, estudiantes, aprendices, seguidores; muchos también lo veíamos como una figura paterna admirable, que siempre tenía una mano para ayudarnos y guiarnos. Hablar de él es hablar de un ser humano extraordinario en todo el sentido de la palabra. Fue un “todólogo”, cuya curiosidad y pasión no conocían límites. Su interés por el arte y la cultura lo llevó a explorar múltiples disciplinas. Era un hombre admirable, un explorador incansable y un profesional impecable, siempre sonriente con ideas novedosas y proyectos en mente.
»Su legado más grande, sin duda, fue su forma de ver la vida: nos enseñó a admirar y a disfrutar de las maravillas de Guatemala, inculcándonos una profunda curiosidad y amor por nuestra tierra. Y qué decir de la calidad de su trabajo en todos los aspectos: impecable, meticuloso. Hoy, como representante del Ministerio de Cultura y Deportes, tengo el gran honor de entregar la Orden del Quetzal de manera póstuma como un merecidísimo tributo a su invaluable contribución al arte, la cultura y la ciencia de nuestro país. Su vida y obra continuarán inspirándonos y recordándonos la importancia de la curiosidad, la pasión y la generosidad».
Durante su discurso, la ministra también destacó sus trabajos en la fotografía; el cine, que lo llevó a documentar la riqueza natural de Guatemala; su pasión por la arqueología, manifiesta en la creación de detalladas maquetas de sitios emblemáticos como Tikal, Quiriguá, Zaculeu, Iximché, Piedras Negras, entre otros. Como vulcanólogo, don Alfredo realizó más de 1,400 ascensos al volcán de Pacaya, al punto en que uno de los cráteres del Pacaya lleva su nombre: el pico MacKenney.

Su familia y amigos
«Fue un pilar en mi vida y nos sentimos súper orgullosos de recibir esta Orden del Quetzal. Él luchó mucho por Guatemala en el sentido cultural: que todos la conocieran y admiraran. Recibió muchos reconocimientos. Aportó mucho al reconocimiento de la cultura Maya y sentimos que no haya sido él quien recibiera la orden, pero a pesar de eso nos sentimos contentos», expresó su hija María Isabel MacKenney.
«Alfredo fue como mi padre, era mi mejor amigo. Me enseñó mucho de la vida, pude compartir momentos increíbles platicando mucho sobre todo lo que hacía. Tuvo una vida perfecta, era un artista en todo lo que hacía: la medicina, la arqueología, el cine, era súper creativo. Era una persona multitalentosa; tenía un gran criterio estético casi perfecto. No cobraba en su clínica, hizo crecer a todos los que estábamos cerca de él con sus enseñanzas», recordó el doctor Rolando Wer.
Al finalizar el evento, tanto amigos como familia compartieron recuerdos de don Alfredo en un cóctel realizado en el Salón Banquetes del Palacio Nacional de la Cultura.
















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