Cuando los colores abarrotan el cielo y entre la gente se siente la tradición es porque el Festival de Barriletes Gigantes de Sumpango y de Santiago Sacatepéquez vuelven a traer consigo alegría y cultura a Guatemala.
Cada 1 de noviembre, el viento, el papel y la tradición oral se une en dos de las celebraciones más representativas del país, donde cientos de personas se reúnen para rendir homenaje a los antepasados y mantener viva una práctica con años de antigüedad.
Ambos festivales son parte esencial de la cultura guatemalteca y cada año atraen a turistas nacionales y extranjeros que llegan para vivir una experiencia llena de color, creatividad y relatos ancestrales.
El Festival de Sumpango
El Festival de Barriletes Gigantes de Sumpango tiene sus raíces en una tradición de siglos atrás. Según la página oficial del festival, el cronista inglés Tomás Gage ya mencionaba los barriletes en Guatemala entre 1625 y 1637, cuando niños y jóvenes los elevaban los primeros días de noviembre para conmemorar a los Fieles Difuntos.
A lo largo del tiempo, esta práctica tomó un significado más profundo en las comunidades de Sacatepéquez, quienes vieron en los barriletes una vía para conectar el mundo terrenal con el espiritual.
La versión moderna del festival nació en 1978, cuando un grupo de vecinos decidió rescatar la costumbre que estaba perdiendo fuerza. Ese primer concurso de barriletes, realizado al lado del cementerio general del municipio, marcó el renacer de una tradición que hoy la reconocen internacionalmente.
Actualmente el Festival se lleva a cabo en un campo de fútbol carca del cementerio general. Este año rendirá homenaje por los 200 años del reconocimiento de Sumpango como municipio.
Para Felipe Rucal, barriletero de Sumpango e integrante del grupo Almas del Viento, la tradición representa cultura y una festividad viva que permite acercarse a sus antepasados. Es una tradición arraigada que se ha transmitido de generación en generación y participar significa continuar con ese legado
Festival de Santiago Sacatepéquez
A 11 kilómetros de distancia, en Santiago Sacatepéquez, la tradición también se vive con fuerza. Este Festival, con más de un siglo de historia, reúne cada año a familias y grupos de barrileteros que trabajan durante meses para construir enormes estructuras de papel y bambú que impresionan por su mensaje y técnica.
En Santiago, el 1 de noviembre comienza con la colocación de los barriletes en el cementerio general, un acto que busca enviar un mensaje de amor a los seres queridos que ya partieron.
La festividad incluye también actividades previas como la elección de la reina, la traída del palo que servirá de base para los barriletes y la preparación de las estructuras los días 30 y 31 de octubre.
Roberto Jitz, barriletero del grupo Herencia Milenaria de Santiago Sacatepéquez,
asegura que esta tradición representa una parte importante de su vida y de su identidad.
“Aprendí observando a mi papá. Con el tiempo formé parte de grupos que construyen barriletes de hasta 17 metros. Es una pasión y un legado que quiero seguir transmitiendo”.
Aunque los estilos y técnicas pueden variar entre ambos municipios, el objetivo es el mismo: honrar a los antepasados, celebrar la vida y mantener viva una tradición guatemalteca que destaca a través del arte.




