Presidente Bernardo Arévalo dirigió primera reunión ordinaria de la Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia Intrafamiliar y Contra la Mujer (Conaprevi), que se orientará en la prevención, atención y erradicación de la violencia intrafamiliar y contra la mujer.
Muy buenos días a todos.
Señores, señor ministro de Gobernación, señora secretaria de la Presidencia, señores ministros, ministras, secretarias, secretarios, representantes de organizaciones, amigos todos y todas.
Es un gusto saludarlos, en un momento en donde vamos a realizar una ceremonia importante en términos del compromiso que eso implica y significa para el Gobierno de la República. Y eso es el compromiso del combate a la violencia intrafamiliar y la lucha contra la violencia que sufren las mujeres.
La vida política está hecha de distintos momentos y de juramentación de distinto tipo de comisiones que tienen que atender los temas más disímiles, desde temas administrativos hasta temas políticos, desde los económicos hasta los sociales.
Pero, personalmente, pocos representan la importancia de gran aliento histórico que implica el compromiso que hace un gobierno al comprometerse en la lucha contra la violencia intrafamiliar y de la lucha contra violencia que padece la mujer.
Desde una perspectiva histórica de gran aliento, la civilización humana puede entenderse como un proceso evolutivo, cuyo objetivo es la pacificación de las relaciones sociales.
La erradicación de la violencia de las relaciones políticas, sociales, económicas, entre estados, interpersonales y familiares es la lógica en la que se viene desarrollando la civilización desde la época de los sumerios en adelante.
El surgimiento de normas que regulan los conflictos son las constantes desde que nacen las formas de civilización hasta el día de hoy, y se reflejan en la creación de valores, hábitos y mecanismos que hacen cada vez más difícil la ocurrencia de la violencia en la vida humana. Esa es la civilización.
La civilización es el proceso de alejamiento y despegue de la vida de las personas, de la vida de la sociedad humana, de la lógica de la violencia y del poder bruto para empezar a desarrollarla por medio de normas que fortalecen la convivencia.
La erradicación en ese contexto de la violencia del espacio familiar contra mujeres, contra niñas y niños, en los espacios más íntimos de la vida de una persona, es un espacio crítico para continuar avanzando, no únicamente en la protección de las personas, de las mujeres, de los niños y de las niñas que forman nuestra sociedad, nuestros núcleos familiares, sino para continuar en ese largo camino de civilización y de construcción de la posibilidad de tener una convivencia humana libre de violencias.
La agresión en el seno de la familia, la violencia en contra de las mujeres constituye eslabones determinantes en la estructuración de las relaciones violentas que observamos en buena parte de nuestra sociedad.
Combatir la violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar es, entonces, un paso necesario para el abordaje integral de las violencias y desigualdades que enfrentamos en otros ámbitos.
Una familia que nutre, una familia que protege, una familia que permite a sus miembros crecer en libertad y dignidad es la base de una sociedad democrática.
En cambio, una familia que no es sino el espacio de reproducción de traumas y violencias poco puede contribuir a la capacidad de sus miembros de llevar adelante una vida cívica plena, de gozar de los beneficios de la vida en libertad.
Los líderes de las instituciones que participan en esta Mesa están conscientes de la necesidad de atender esta problemática de una manera integral, a través de la prevención, atención y erradicación de la violencia en todas sus formas.
Trabajar por combatir la violencia es entender que las agresiones físicas, sexuales y psicológicas no son sólo el resultado de estructuras sociales, culturales y sistémicas que perpetúan la desigualdad y la discriminación.
Las agresiones en el seno de la familia son también causa de ciclos de violencia que crecen en espiral y que condenan a las futuras generaciones a vivir a la sombra del maltrato y del dolor.
Nuestro compromiso es proteger a cada niño y a cada niña, apoyar a todas las familias, a cada mujer. Darles el respaldo que necesitan para romper el ciclo de la violencia e iniciar una historia virtuosa para sí mismos, para sus hijas e hijos, para su comunidad y para Guatemala.
Estamos ante el desafío de construir una nueva relación entre el Estado y la sociedad, parte de ese proceso civilizacional. Una en donde el gobierno es un articulador del esfuerzo colectivo y un promotor activo del bien común, en lugar de un testigo pasivo frente a la injusticia.
Una en donde el Estado respeta la intimidad familiar, pero en donde la privacidad no es la excusa para proteger a los agresores o para ignorar la violencia. Una forma de gobernar que es sensible a las desigualdades estructurales entre mujeres y hombres, que comprende que dichas desigualdades son producto de la acción humana y por lo tanto evitables y corregibles. Que reconoce que lo personal, lo familiar, es político y tiene repercusiones de escala social.
Les invito entonces a mantener la estrecha coordinación de las instituciones a nuestro cargo, tomando como base los valores compartidos, la visión general de nuestro gobierno y recordando que nuestra tarea como seres humanos es seguir avanzando en la construcción de sociedades libres de violencia en todos sus espacios.
A preservar lo que funciona y a hacer las transformaciones que sean necesarias para tener una intervención eficaz en un ámbito tan sensible y de tanta consecuencia.
Para esta tarea van a contar con el apoyo del Presidente, de la Vicepresidenta y de todo el conjunto de sus colegas en el gobierno.
Muchas gracias.