octubre 20, 2024

Tras la Revolución…

Conoce los pormenores de las horas que siguieron después de este evento histórico

Después del victorioso movimiento revolucionario de las juventudes universitarias, militares, el obrerismo y el pueblo en general, el histórico 20 de octubre de 1944, la ciudad quedó sumida en el caos, y no era para menos. Una fuerte batalla se libró durante toda la noche para derrocar la dictadura militar que había mantenido al pueblo de rodillas por más de 14 años.

El 20 de octubre hubo una batalla épica. Tras robar las armas y desplazarse por toda la ciudad, las fuerzas revolucionarias atacaron sin descanso los fuertes militares, la Casa Presidencial y el Palacio Nacional. El primer ataque comenzó a la 1:45 a.m. contra el cuartel de Matamoros. Una ciudad aparentemente tranquila se conmocionó por los disparos de artillería, ametralladoras y fusiles.

Al amanecer, se observaron con claridad las ruinas del Castillo de Matamoros. A las 7:30 a.m., la artillería apuntó hacia el Castillo de San José y logró acertar en la Santa Bárbara, el lugar donde se guardaba la pólvora. El castillo empezó a arder; el incendio duró varias horas y se acrecentó por la explosión de bombas y armamento que el lugar almacenaba. Cientos de soldados quedaron atrapados por el fuego. Se estima que alrededor de 1 800 personas murieron o resultaron heridas de gravedad durante el conflicto. Algunas casas civiles también fueron afectadas por la batalla.

Catorce años de dictadura, la sucesión de poder entre Jorge Ubico y Federico Ponce Vaides en un acto de burla al pueblo, la falta de libertad de pensamiento y la represión fueron poderosas razones para la insurrección. Aunado a todo esto, la situación económica cuasi feudal y generadora de salarios de hambre produjo en la gente un estado incontenible de violencia y sed de libertad. ¿Qué pasó tras la revolución?

Guardia Cívica

Tras el conflicto, se hizo un llamado a través de las radiodifusoras a los estudiantes universitarios, empleados de comercio y jóvenes en general para que se reunieran en el Paraninfo Universitario. Un gran número de muchachos llegó al lugar alrededor de las nueve de la noche de ese mismo 20 de octubre. Así quedó conformada la Guardia Cívica, la cual se organizó por turnos y sectores para brindar seguridad y colaborar en el mantenimiento del orden mientras se reactivaban los servicios policíacos. 

Recuperación del cuerpo policial

Los soldados y civiles al servicio de la revolución desde el principio mantuvieron una consigna: “policía visto, policía muerto o desarmado”. Durante la mañana, hordas enfurecidas de civiles comenzaron a capturar a los policías y a llevarlos al cuartel revolucionario para su encarcelamiento. Alrededor de 100 policías fueron desarmados y dispersados. Al anochecer, soldados de la Guardia de Honor ejecutaron a varios policías y dejaron encarcelados a aproximadamente sesenta. Estas acciones fueron motivadas por el papel represor que la policía había desempeñado durante el régimen ubiquista.

Aún al amanecer, 14 soldados leales al régimen anterior se negaban a rendirse y se atrincheraron en el cuartel número 5, en el barrio La Parroquia. Tras ser avisados por los vecinos, numerosos soldados revolucionarios llegaron al lugar, y después de un intenso tiroteo, los fieles defensores se refugiaron en los techos de las casas cercanas. Se defendían con ametralladoras, al punto de que los tanques de guerra, imprescindibles para el triunfo de la revolución, tuvieron que intervenir; no les quedó otra opción que rendirse.

 

Una de las primeras acciones del triunvirato revolucionario fue nombrar al capitán Manuel Arana como director general de la policía. Al tomar posesión, Arana cambió el uniforme de los gendarmes para evitar confusiones con los policías fuera de servicio, quienes seguían siendo leales a la dictadura.


Retiro de privilegios

El día 21 de octubre de 1944, varios ciudadanos llegaron al mediodía a la 14 calle poniente, justo frente a la casa número 22, propiedad del expresidente Ubico, con la intención de hacer justicia por sus propias manos; sin embargo, no encontraron ni un alma. Más tarde ese mismo día, varios vehículos recorrieron la ciudad, causando terror y disparando contra la población civil y la Guardia Cívica, rezagos de una dictadura que se negaba a desaparecer.

En los días posteriores a la revolución, varios funcionarios del régimen fueron destituidos, mientras que otros renunciaron forzadamente en la Corte Suprema y el Congreso. Varios cómplices de la dictadura ubiquista huyeron a México. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público ordenó a los bancos e instituciones bancarias la inmovilización de los bienes de los dictadores y sus colaboradores.



Con la caída de la dictadura, los monopolios asegurados de Ubico fueron cancelados

El general Federico Ponce Vaides, quien gobernó Guatemala durante 3 meses y 16 días, salió exiliado hacia México el 22 de octubre a las 3:00 p.m., junto a varios de sus colaboradores. Intentó llevar consigo una maleta con $16 mil dólares, la cual fue confiscada por oficiales del nuevo gobierno. Dos días después, el general Jorge Ubico abandonó el país acompañado de su esposa, María Lainfiesta, rumbo a Nueva Orleans, Estados Unidos.

Prohibida la venta de licores

El nuevo gobierno ordenó el cierre de todos los establecimientos que expedían licor durante varios días, como medida preventiva para evitar el desorden y disturbios que podían ser provocados por el consumo de aguardiente.


Civiles manejaron el tránsito

En una época en la que no existían semáforos eléctricos en todas las calles, y ante los sucesos violentos contra trabajadores del régimen, varios ciudadanos civiles se encargaron voluntariamente de dirigir el tráfico vehicular en la ciudad. La publicación de El Imparcial, que hace mención a este hecho, lo describe de la siguiente manera: “Los improvisados agentes saludan con amabilidad a los automovilistas, quienes a su vez respondían complacidos”.

Unos se van, otros vuelven

Varios enemigos del régimen ubiquista, guatemaltecos que tuvieron que huir del país debido a la persecución de la tiranía, pudieron regresar tras la caída de la dictadura. Entre ellos se encontraban Manuel Galich y Otto Raúl González.

Amnistía para reos políticos

La junta revolucionaria decretó amnistía para los presos políticos, ciudadanos que fueron procesados y condenados durante el gobierno de Jorge Ubico por delitos de sedición y rebelión. Algunos de ellos habían estado encarcelados desde 1938 por estos cargos.



La libertad se gana con sangre

En medio de la alegría generalizada tras la victoria de la revolución, también se vivió el dolor y luto, ya que muchos jóvenes de diversas condiciones y credos ofrendaron su vida combatiendo la tiranía. El Hospital General recibió una considerable cantidad de muertos y heridos, y El Imparcial publicó en sus páginas un extenso listado con los nombres y datos generales de los afectados. Además, hubo muestras de solidaridad por parte de guatemaltecos que ofrecieron aportes económicos para ayudar a los damnificados.


Cuando habla la verdad

Desde el edificio del desaparecido periódico La Nación, la radio TGN transmitía boletines en favor del gobierno de Ponce Vaides, afirmando que “dentro de pocas horas el movimiento será sofocado, ya se han entregado varios oficiales y todos confiesan que se les ha engañado”.

 

En respuesta, un grupo de ciudadanos se organizó e irrumpió en el edificio, tomando el control de las frecuencias de la radio. Federico González Campo, secretario de propaganda del Partido Liberal, salió con las manos en alto pidiendo misericordia. Posteriormente, los civiles comenzaron a usar la radio para informar a la población sobre los heridos, fallecidos y el avance del movimiento revolucionario, además de disponer la imprenta del periódico para los mismos fines.

La libertad de manifestar

El 26 de octubre de 1944 se llevó a cabo una manifestación de celebración por la reciente victoria revolucionaria, que se convirtió en una gran fiesta popular. De forma simbólica, el pueblo recorrió las calles de la ciudad, tras varios años de represión en los que era impensable realizar este tipo de acciones. Durante los gobiernos de la dictadura, muchas personas intentaron alzar su voz, pero no existían garantías para expresarse, y estos actos eran catalogados como fascistas, nazis o comunistas. Aquellos que se atrevían eran fusilados, encarcelados o forzados a exiliarse.


Fuente: El Imparcial consultado en la Hemeroteca Nacional

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