octubre 20, 2024

¡Viva la Revolución!

Crónica de la batalla librada por el movimiento revolucionario del 20 de octubre de 1944, en la que todas las clases sociales se alzaron contra la dictadura y, al final, lograron una victoria que desencadenó diez años de primavera democrática en el país.

Tras catorce años de gobernar y un fuerte desgaste político, el primero de julio de 1944 el dictador Jorge Ubico deja el poder. El país se encontraba aislado a nivel internacional y sufría una grave crisis económica y social.

 

En un claro acto de burla al pueblo, Ubico traspasó el gobierno a un triunvirato conformado por sus allegados, dirigido por Federico Ponce Vaides, quien gobernó el país durante 108 días. Este período estuvo marcado por un incremento aún mayor de la represión frente a la ola de movimientos libertarios y democráticos, reafirmando la continuidad de la política ubiquista.

 

La falta de libertad de pensamiento fue una poderosa razón para la insurrección contra el gobierno dominante, sumada a la situación económica feudal que generaba salarios de hambre. Esto provocó en el pueblo, sediento de libertad, un estado de violencia incontenible.

 

La batalla

 

La preparación táctica del movimiento revolucionario fue organizada por el mayor Francisco Javier Arana y el capitán Jacobo Árbenz, quienes planificaron la estrategia basándose en planos y documentos sobre la organización de los cuarteles y los armamentos que disponían.

 

El plan revolucionario tenía como objetivo principal apoderarse de la Guardia de Honor, donde se encontraba el armamento pesado. Aunque el ataque estaba programado para el 20 de octubre, al enterarse de que el Gobierno ya sabía del plan y que una fuerza militar del Fuerte de Matamoros se acercaba, decidieron adelantar la toma del cuartel.


Varios presos políticos fueron liberados, y luego algunos oficiales se dirigieron al pabellón donde se encontraba el jefe del cuartel, el general Francisco Corado, quien esa noche había intentado entregar la posición a los revolucionarios. Al ver a los jóvenes oficiales, Corado abrió fuego indiscriminadamente, por lo que fue abatido de inmediato. A la una de la madrugada, los tanques y la artillería comenzaron a salir del cuartel.

 

Las tropas se desplegaron en distintos puntos de la ciudad. Los estudiantes que participaron en la revuelta tomaron varios taxis cerca de los Arcos, en lo que hoy se conoce como el Boulevard Liberación, y a punta de pistola, obligaron a los choferes a llevarlos a la Guardia de Honor. A las dos de la madrugada, miles de personas, entre estudiantes, maestros y obreros, exigían armas para unirse a la lucha.

 

Civiles armados se movilizaban rápidamente con la ayuda de jeeps y motocicletas con sidecars. Por la cantidad de armas entregadas, se estima que participaron unas cinco mil personas a favor de la lucha revolucionaria.

 

 

A la 1:45 a.m., fuerzas de infantería y artillería, posicionadas en barrancos estratégicos, lanzaron el primer ataque contra el cuartel de Matamoros. La ciudad, que hasta ese momento parecía tranquila, se estremeció por el sonido de la artillería, ametralladoras y fusiles.

En la Plaza de Armas, frente al Palacio Presidencial, yacía el cuerpo sin vida de un miembro de la guardia, sumergido en una charca de sangre. Los frentes revolucionarios se apostaron frente al Palacio de Gobierno y la Casa Presidencial, exigiendo la renuncia de Ponce Vaides.

 

Llegó a los oídos del exdictador Jorge Ubico que una multitud lo buscaba para cazarlo como animal salvaje, por lo que buscó asilo en la Embajada Británica. El bachiller Lionel Toriello dirigió a un grupo de estudiantes de la Facultad de Medicina para tomar la Empresa Eléctrica y evitar, de esa forma, que se interrumpiera la energía durante el enfrentamiento.

 

Los civiles también controlaron las plantas telefónicas y bloquearon los servicios telegráficos. La participación civil fue determinante para el éxito de las fuerzas revolucionarias en un área conocida como Guarda Viejo (actual Mercado del Guarda), cerca de la Avenida Bolívar.

 

Los ciudadanos detuvieron camiones provenientes de Villa Canales y San Juan Sacatepéquez, que transportaban militares y armamento para defender al gobierno de Ponce Vaides. Los soldados enfrentaron una fuerte ofensiva civil, lo que resultó en varios muertos y heridos durante el enfrentamiento, acabando con la resistencia militar sin mucho esfuerzo.

 

Las fuerzas revolucionarias atacaron sin descanso los fuertes de Matamoros y San José, que se defendieron y contraatacaron con vigor, lanzando 20 disparos de artillería letal que dañaron las barracas de la Guardia de Honor. Los revolucionarios respondieron con valentía. El fuego cruzado fue intenso hasta las 2:55 a.m., y los ataques se reanudaron con fuerza a las 4:40 a.m. Al amanecer, se observaron las ruinas del Castillo de Matamoros, que había sido destruido por los artilleros revolucionarios. Los tanques norteamericanos, que solo los oficiales jóvenes sabían manejar, fueron clave para la victoria. A las 7:30 a.m., la artillería apuntó al Castillo de San José, logrando dos impactos; uno de ellos golpeó la Santa Bárbara, el depósito de pólvora.

 

Todos se sorprendieron cuando el Castillo de San José empezó a arder. El incendio se prolongó por varias horas, avivado por la explosión de bombas y armamento almacenado en el lugar. Cientos de soldados quedaron atrapados por las llamas. A pesar de estar casi destruido, el Fuerte de Matamoros fue el último en rendirse. A las 8:30 a.m., aún ofrecían resistencia. El general Fidel Torres, en un acto de obstinación, se negaba a aceptar la evidente victoria revolucionaria. Cercado y sin municiones ni artillería, Torres finalmente cedió. La ofensiva duró doce horas, hasta que banderas blancas comenzaron a ondear entre las ruinas de Matamoros. Aproximadamente 1 800 personas murieron o resultaron gravemente heridas durante el conflicto.

 

 

La rendición

 

 “La Junta Revolucionaria, integrada por el mayor Francisco Javier Arana, el capitán Jacobo Árbenz y el señor Jorge Toriello, asumió en la tarde del viernes 20 de octubre de 1944 el poder Ejecutivo de la nación”, según informó la publicación del Diario de Centroamérica del día siguiente, titulada “Los últimos acontecimientos”.

 

Al mediodía de ese histórico viernes, en la Embajada Norteamericana se celebró una reunión a solicitud de Vaides. En ella participaron los representantes del gobierno de turno y las fuerzas revolucionarias del pueblo armado, representadas por Árbenz, Arana y Toriello.

 

El general Miguel Ydígoras Fuentes, aunque no fue participante de la Revolución, fue elegido por los revolucionarios como garante del proceso. Sin embargo, más adelante, se convertiría en un traidor de la Revolución. Años después, al ser electo presidente, se transformaría en un acérrimo luchador contra el comunismo.

 

En esa reunión se negociaron las condiciones en las que se llevaría a cabo la rendición del régimen militar y el traspaso de poder al triunvirato de la Revolución, el cual gobernaría el país durante seis meses hasta realizar las primeras elecciones democráticas en la historia del país, en noviembre de 1945.

 

En la reunión se acordó el exilio de Ponce Vaides (quien perdió un hijo en la batalla), así como el de sus secretarios de Estado y los jefes de los cuerpos militares. Además, se decidió la inmediata rendición y desarme de las tropas militares y policiales, así como la entrega del Gobierno a la Junta Revolucionaria.

 

El primer presidente de la Revolución sería Juan José Arévalo Bermejo, popular entre el pueblo guatemalteco, en parte, por ser el autor de todos los libros de texto con el que se enseñó en las escuelas públicas durante décadas. Su victoria fue con una mayoría absoluta otorgada por más del 80% de los votantes. Durante su gobierno se produjeron más de 30 intentos de golpes de estado, sin embargo, durante su mandato logró realizar varias reformas en favor de la integración de las clases desfavorecidas del país.

 

El legado de la Revolución

 

En la búsqueda de un camino hacia una verdadera democracia, la Revolución dejó como legado la descentralización del poder Ejecutivo y la efectiva separación de los tres poderes del Estado. Entre sus logros se encuentran la prohibición de la reelección presidencial, la autonomía del Sistema Judicial, de las municipalidades y de la Universidad de San Carlos, así como el sufragio obligatorio y secreto. Además, se reconoce la ciudadanía para las mujeres, se implementó la ley de alfabetización nacional y se aprobó el primer Código de Trabajo, junto con la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).

 

 Fuentes: El Imparcial. Nuestro Diario. Diario de Centroamérica. Diario Medio Día, “Especial del primer aniversario de la Revolución”. Ensayo “De la caída de Ubico a la elección de Juan José Arévalo” de Arnoldo Ortiz Moscoso, publicado en el libro Historia General de Guatemala.

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