Noche de magia visual y sonora en la Gran Sala Efraín Recinos
Una fastuosa celebración del sonido, la imagen y la historia se vivió la noche del 21 de octubre, cuando se otorgó la Orden del Quetzal a la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) de Guatemala, patrimonio cultural de la nación.
Ante un selecto público compuesto por el Gabinete de Gobierno, miembros del cuerpo diplomático e invitados especiales, el presidente Bernardo Arévalo otorgó la distinción, en el grado de “Oficial”, a la Orquesta, imponiéndole la distinción al estandarte del ensamble sinfónico, que sirvió como representación del colectivo artístico, a lo que siguieron palabras de agradecimiento por el presidente del consejo de la OSN, Marvin Ardany López.
Luego, dirigidos por el maestro Alfredo Quezada y encabezados por grandes figuras como el primer violín Álvaro Reyes, los músicos se lanzaron con brío a la interpretación de un programa breve, pero variado y de gran intensidad.
La primera pieza fue una de las consentidas del público de todos los tiempos en lo que a música clásica se refiere, el concierto “la Primavera”, del conjunto de cuadros musicales “Las Cuatro Estaciones” del compositor Italiano Antonio Vivaldi. A continuación fue el turno de la conocida pieza de marimba “Migdalia Azucena”, del compositor guatemalteco Gumercindo Palacios, en un atrevido arreglo para orquesta, lleno de ritmo y swing.
A continuación, el indudable plato fuerte de la noche: la interpretación de “900”, suite para orquesta sinfónica y secuencia visual, una creación musical del compositor guatemalteco Sergio Reyes, acompañada de una proyección de imágenes a cargo del destacado fotógrafo Daniel Hernández Salazar. A través de delicados vibratos y poderosos crescendos, y acompañada de un registro visual de fotografías antiguas y recientes, la obra llevó a los espectadores por un alucinante viaje a través de la historia de los últimos 80 años de nuestra patria: desde el triunfo de la Revolución de Octubre de 1944, los diez años de primavera democrática y el ignominioso derrocamiento de Jacobo Árbenz en 1954, pasando por el conflicto armado interno que se dio a consecuencia de esos hechos, para luego llegar a la atroz violencia y actos de genocidio de los años ochenta, culminando con los esfuerzos de justicia transicional de las últimas dos décadas y las protestas ciudadanas del año 2015, germen de la nueva primavera que florece hoy en el país.
«Me movieron todas las emociones» dijo Vicky Flores, una de las asistentes al magno concierto. El fotógrafo Hernández Salazar también comentó la gran emoción que sintió al ver su obra en este contexto tan especial, con figuras referentes del período revolucionario. Y es que entre el público se encontraba Jacobo Árbenz Vilanova, hijo de nuestro gran coronel de la primavera, y el mismo mandatario Arévalo de León, hijo de Juan José Arévalo Bermejo, primer presidente de la década revolucionaria.
Las poderosas notas de la Sinfonía desde el Nuevo Mundo, de Antonín Dvorak, fueron el espectacular cierre de una noche memorable.
«La OSN fue creada por un acuerdo gubernativo en el año de 1944, como uno de los primeros actos del triunvirato revolucionario, y celebra este año, por lo tanto, las mismas ocho décadas que cuenta ya la Revolución de Octubre ¿Por qué otorgarle la Orden del Quetzal a la OSN?» se preguntaba durante su alocución la ministra de Cultura, Liwi Grazioso, para luego resaltar la enorme importancia que dicha agrupación musical tiene para el arte, la cultura y la identidad de los guatemaltecos.
En el momento de imponer la orden y dar sus palabras alusivas, el mandatario Arévalo fue más allá y respondió a la pregunta de la ministra con una audaz contrapropuesta: «¿Por qué hemos tardado tanto tiempo en concederle esta distinción a la orquesta?» resaltando así la reparación histórica y el acto de plena justicia contenido en la condecoración. Sin duda, una noche para los sentidos, para el recuerdo, para la historia.